Llegué a las 5 de la tarde a una ubicación secreta que me habían compartido unas horas antes por whatsapp. Estoy en un apartamento de cuatro cuartos, uno de ellos amoblado en forma de bar para comprar jugos y polas. Adentro, 15 personas, un trio de mesas y un par de jardineros que compartirían sus mejores cogollos de weed, comida de cannabis y extracciones de marihuana. Todo por 50 mil pesos.

En la primera mesa, había alrededor de 5 personas fumando Gorilla Ghost, una planta fácil de cultivar, que nació del cruce de dos legendarios cannabis americanos: Gorilla Glue #4 y Ghost OG. Una enseñanza que nos comparte el primero de los jardineros, quien manifiesta que su campo de estudio está lejos de “la biología o de las ciencias referentes al cultivo”. Es administrador de empresas.

Habla de sus experiencias y de su inicio empírico, y recuerda que “lo importante es saber cómo funciona el organismo de la marihuana”, del que existen más de 3600 variedades.

Para quienes no consumen, la marihuana es como las papas, hay de muchas clases. Está la pequeña y exquisita criolla, la sabanera con sabor a tierra, la pastusa que se usa para hacer pure y la morada, de color uva por dentro y por fuera.

En el caso de la marihuana, en Bogotá, a finales de los 90, se fumaba cafucha. Un cannabis que crece como hierba mala, opaca, llena de palos y semillas. A casi nadie le gustaba.

Luego, entre el 2000 y el 2012, desde Cali, llegaba Corinto, Mango Biche y Punto Rojo. Y con suerte, se conseguía Golden de Santa Marta. Cuatro plantas míticas en el mundo de los fumadores bogotanos, que con el tiempo dejaron de conseguirse o se volvieron difíciles de encontrar.  

Después, entre 2012 y 2016 comenzaron a llegar al país unas variedades de Estados Unidos y Europa como la White Whidow y la AK47. Más finas, más verdes, más ricas y prácticamente sin semillas, pero un poco más costosa.

Y a finales del 2016 llegó una variedad desde Cauca que se llama creepy, que generalizó todo el mercado distrital hasta el día de hoy, debido a qué era más fácil y económica de cosechar.

Por eso ahora, cansados de la monotonía de fumar siempre lo mismo y la angustia de intentar conseguir marihuana sin involucrarse en la ilegalidad o tener el miedo de ser detenidos, los jóvenes están creyendo en el autocultivo.

Foto: Harrison González Fonseca

En Colombia, según el DANE, las personas comienzan a fumar a los 18 años y por experiencia propia, muchos no cultivan lo que consumen. Aumentando el riesgo de fumar elementos nocivos, que en ocasiones usan los vendedores para rendir la mercancía y aumentar las ganancias.

Es por eso por lo que este evento, que se realiza cada 8 días en un punto secreto de la ciudad, invita a sus participantes a apostarle a ese estilo de vida, el cual está protegido por la ley.

Todos los colombianos, según el decreto 613 del 10 de abril del 2017, tenemos derecho de cultivar hasta 20 plantas para consumo personal, sin necesidad de adquirir una licencia.

Entonces me fumó un plon, o sea, una bocanada de humo de un porro, y veo en la segunda mesa unas siete personas fumando OG Kush. Una marihuana clásica que alcanza un gran potencial de crecimiento en menos de dos meses, y cuya semilla puede ser comprada muy fácil en cualquier tienda especializada en marihuana, de las muchas que ahora hay en Bogotá.

Foto: Harrison González Fonseca

La OG Kush, como las otras semillas que hay en el mercado, crece entre los 20° y los 35° centígrados, otra de las enseñanzas que nos comparte el jardinero administrador.

Minutos después hablo con un asistente a la cata que se llama Julián y resulta que es veterinario zootecnista con especialización en toxicología de plantas, y miembro de La CK Medicinal Garden, una empresa que se dedica a la enseñanza del cultivo de marihuana y el fomento de la cultura ambiental. Para él, “este evento fomenta la unión entre jardineros y fortalece las relaciones del gremio”.

Lo que nos cuenta es que al mediano plazo quieren crear una economía, pero no quieren ser el “campesino olvidado”. Pero por el momento, “en estos encuentros, lo que queremos es empezar a concientizar al público de lo que es verdaderamente cultivar marihuana”, enfatiza.

Foto: Harrison González Fonseca

Un pensamiento que comparte el también cultivador, Leo Sativa, quien siembra cannabis desde hace 10 años. Para Leo, esta experiencia lo enorgullece e invita a las personas que conozcan y a que compartan estas catas para que descubran el gran mundo que existe alrededor del cultivo de cannabis.

Los minutos pasaban el humo era más espeso y con los ojos rojos y pequeños, miré el reloj y eran cerca de las 8 de la noche. Llegó el turno de las gomitas y las gelatinas, a cargo de Gold Dab Bogotá. Un emprendimiento dedicado a la producción de comestibles cannábicos, que bañó 700mg de sus productos en tinta de marihuana.

Foto: Harrison González Fonseca

Esto quiere decir que le dimos marihuana a la marihuana y hasta ahora íbamos por la mitad de la cata. Para rematar, Gold Dad nos brinda un par de chocolates con relleno de cannabis wax, uno de los más potentes y populares métodos para para consumir weed.

El wax, también conocido en Colombia como extracción, se obtiene, principalmente, a través de dos procesos: por presión, con una prensa hidráulica, y por separación de componentes a través de calor. Lo que da como resultado una cera color miel, que, dependiendo el proceso, tiene cuatro aspectos diferentes, conocidos como: crumble, sugar, honeycomb o budder.

Algo así como: en forma de piedra, en forma de granos de azúcar, en forma de panal de abeja y en forma de mantequilla.

Y si les parece exagerado, el final de la cata era fumar una de estas extracciones, cuyos fumadores consideran de “alta” pureza por la cantidad de contenido sicoactivo (THC) que posee. Además, fumaríamos en un dabbing, hecho por un vidriero local: Astral Glass.

Foto: Harrison González Fonseca

Para compartir la muestra, estaba uno de los mejores extractores del país. El profe, le dicen, un químico profesional, reconocido en la escena por sacar algunas de las mejores extracciones de la planta, a nivel nacional.

Entonces se coge el dabbing, una especie de bong, o pipa grande de vidrio y se caliente con una intensa llama que sale de un pequeño soplete, llamado ‘Torch’. El vidrio se calienta entre los 180° y los 210° e inmediatamente se coloca en un extremo del dabbing menos de medio gramo de extracción. Lo suficiente para recordarle al más viejo fumador sus primeras fumadas.

Fue mi última bocanada. Una de la mañana, un juguito de mango, la cabeza en las nubes y a dormir.

El creador de los dabbing

Una de las experiencias más sorprendentes en la cata, es que hay un vidriero que se especializa en crear parafernalia para fumar, en vivo y en directo. Un especialista que mezcla algunos de los vidrios más caros en el mercado con un derroche de creatividad, para producir piezas bong y dabbings, que hasta brillan en la oscuridad.

Para él, conocido como Astral Glass, trabajar con vidrio siempre ha sido algo místico. Y recuerda que cuando comenzó a ver en el mercado las primeras pipas, bongs y dabbings en vidrio que llegaban de Estados Unidos, decidió lanzarse a estudiar para realizar sus propios diseños.

Hoy, en un escaparate al fondo del apartamento, alejado de la mesa de trabajo, los tanques y el soplete para trabajar, tiene pipas, bongs y dabbings que puede superar el millón y medio de pesos.

Foto: Harrison González Fonseca

“Esto no es un hueco en un pedazo de tubo y listo. Hay muchas cosas que uno debe reflexionar respecto a la funcionalidad del objeto. La figura, el ángulo, el grosor y el largo del vidrio hacen que el humo salga más frío, que le toque hacer menos fuerza al aspirar y que no se castigue la garganta cuando se fuma”, hechos valorados por todos los fumadores. Astral ha entendido que cada producto que hace generara un efecto distinto.

A él le gusta el negocio alrededor del cannabis, y recuerda que la “mayor cantidad de colores que existen en el mercado para trabajar el vidrio, están disponibles gracias a la demanda de pipas en los años 70”.

Foto: Harrison González Fonseca

Antes de esto, los colores disponibles en borosilicato –vidrios sin tóxicos para la cocina– eran azul, ámbar, verde y transparente. Pero actualmente la industria cuenta con una gran gama de colores que no existiría, “si no fuera por la demanda de la industria del cannabis y de este tipo de piezas para fumar”, concluye Astral.

Respecto a la industria del cannabis en Colombia

Aunque este tipo de eventos no está exento de ser perseguido por la ley, se debe entender que lo que pretenden es enseñar a que la sociedad vea el consumo de esta planta como algo más natural y alejado de los estigmas que pesan sobre su espalda desde hace décadas.

Actualmente, en Colombia se ha avanzado a pasos largos –o cortos, dependiendo el punto de vista– para que la comercialización de la planta pueda ser una realidad.

Por eso desde el 2015 la producción, venta, importación, exportación, cultivo, producción, fabricación, adquisición almacenamiento, transporte, comercialización, distribución, uso de las semillas para siembra de la planta de cannabis, del cannabis y de sus derivados, para fines médicos y científicos, es una realidad.

De allí la expansión de estas propuestas y festivales que se han realizado a lo largo del país con esta temática, el cual cada día tiene más acogida.

Y en los próximos cuatro años, se espera que se acelere la legalización del consumo recreativo en el Congreso de la República, por lo que pronto podríamos ser el tercer país de América Latina donde se podría fumar legalmente.

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Así es una cata de marihuana en Bogotá by El Tiranosaurio Digital | Vidal Romero is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
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