Los partidos políticos de derecha, sobre todo en Europa, han buscado desligarse de las prácticas fascistas, pero no lo han logrado. Algunas de sus políticas o acciones llevan a rememorar lo que personajes como Mussolini y Hitler hicieron en la década de los años 30 y 40 del siglo XX. Y el siglo XXI no se queda atrás.

Trajo consigo una serie de actores políticos que han encontrado en estos personajes una solución para los problemas de la era tecnológica, de hecho, buscan volver a los viejos símbolos. Un ejemplo claro es el saludo utilizado por Elon Musk en una reciente reunión de victoria después de la posesión de Donald Trump, nuevamente, como presidente de los Estados Unidos. Ahora, el fascismo ha mutado, no se presenta de igual forma que en el pasado, las redes sociales han sido su principal plataforma y las noticias falsas su base ideológica.

Simpatizantes de Trump y Musk han excusado esto como un viejo saludo romano o un acto de entrega del corazón a sus seguidores, pero esto solo reafirma el talante fascista del nuevo gobierno estadounidense. El saludo usado por el ejército alemán e italiano no era un simbolismo vacío, todo lo contrario, buscaba rememorar al imperio romano como una época en la que Italia dominaba al mundo, y que debía volver a ser así, al igual que el antiguo Reich alemán.

El eslogan “Make America Great Again” demuestra, nuevamente, que la percepción acerca de que todo pasado fue mejor, que tenía Hitler, Mussolini y Franco, lo comparten Trump y Musk, además de algunos políticos alrededor del mundo.

Este fue el saludo que realizó Elon Musk tras su discurso en la posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.

Cuando el Ejército Rojo entró a Berlín, en 1945, y posesionó la bandera roja en el parlamento alemán, máximo orgullo de Hitler, la historia concluyó que el fascismo había muerto junto con Hitler y Mussolini, este último fue linchado junto con su esposa y sus cuerpos expuestos por toda Roma. También, cuando Francisco Franco murió, en 1975, y llegó la democracia a España, se imaginó que el fascismo europeo, con su última vertiente, el falangismo español, estaba por extinguirse. Posteriormente, con la caída de la Unión Soviética, en 1991, y la proclamación de Francis Fukuyama sobre ‘el fin de la historia’, parecía que el fascismo no volvería a ser necesario, para aquellos que aun luchaban contra el comunismo, a toda costa. Algunos personajes y partidos políticos en el mundo, durante el siglo XXI, recordaron esos tiempos de incertidumbre y violencia, pero el mundo lo ignoró, ya que parecía imposible que la historia se repitiera de la misma manera. Hoy, en el año 2025, es momento de aceptar que el fascismo nunca se extinguió y sigue más vigente que nunca.

Dirán que es coincidencia, pero cada declaración en campaña de Trump asemeja más a las prácticas de Hitler. Cuando Trump llamó gobernador al presidente de Canadá y le propuso ser el estado 51 de los Estados Unidos, nos traslada al momento histórico en el que Hitler a través de un referendo integró a Austria a lo que él llamó Tercer Reich. Cuando Trump insinuó comprar Groenlandia o tomarla por otros medios, nos trae a la mente cuando Hitler invadió a sus vecinos europeos por temas estratégicos y comerciales; cuando Trump afirmó que en su gobierno Estados Unidos iba a “recuperar el canal de Panamá” para favorecer los intereses comerciales de los suyos, nos permite rememorar cuando Hitler invadió Polonia para recuperar los territorios perdidos con el Tratado de Versalles, que le quitó a Alemania parte de su salida al mar, para entregárselo a Polonia.

Para el más insistente de los lectores, que aún continúa creyendo en las coincidencias, Umberto Eco nos ayuda a dilucidar algunas características del fascismo, como el extremo nacionalismo y una xenofobia exacerbada, lo que se refleja en el odio a los migrantes, con la excusa de la supremacía de los americanos y los europeos. Continuando con las características de Umberto Eco, para que el fascismo se consolide tiene que existir un enemigo interno y externo, que sea capaz de destruir la realidad y es allí cuando el miedo a la diferencia es incitado por la elite y logran que los ciudadanos, con ese miedo, voten por ellos. En los años 30 los judíos fueron el foco principal de odio y miedo, en el siglo XXI son los migrantes latinos, asiáticos, árabes y africanos.

Junto con el racismo latente que caracteriza a los Estados Unidos, el miedo a lo diferente ha aumentado, hasta el punto de limitar derechos que muchas comunidades han conquistado a lo largo de los años. Aun así, la libertad es su principal bandera, pero está limitada por lo que consideren correcto, adecuado y claro, sin coartar la libertad absoluta del mercado, que permite la explotación y desigualdad, pero la libertad no aplica en la sexualidad o en la religión. Por último, se encargan de satanizar al pensamiento contrario, por lo que el pensamiento crítico se ve coartado con el avance de estos en el gobierno, un claro ejemplo de esto es el inicio de la censura de algunos libros en Estados Unidos, por considerarlos no apropiados y que pueden pervertir a los jóvenes.

Trump y Musk no son un caso aislado. En Europa, desde hace muchos años, la derecha más extrema, representada por Le pen y Agrupación Nacional en Francia, Meloni y Hermanos de Italia en Italia, Vox en España y lo más preocupante, el partido Alternativa para Alemania, en la meca del fascismo, han querido gobernar para que el continente vuelva a ser lo que, según ellos, fue antes, la cuna de la civilización.

Han buscado salirse de la Unión Europea, que según ellos los coarta para el progreso de sus países, pero lo que buscan en realidad es implementar sus políticas racistas y xenófobas sin consecuencias.  Estos partidos políticos están teniendo más adeptos alrededor de Europa, algunos ya están gobernando. En esa tarea, los medios de comunicación hegemónicos y las redes sociales, controladas por personajes con intereses específicos, como X, han tenido un rol fundamental en imponer miedos y pensamientos, que solo ciertos partidos pueden resolver. América Latina no se queda atrás, la victoria de Javier Milei en Argentina, el primer anarcocapitalista en el poder, que, obviamente, simpatiza con las ideas de los personajes anteriormente mencionados, muestra otra mutación del fascismo.

Entonces, ¿el fascismo se va a tomar el mundo? En estos momentos es incierto lo que pueda pasar, las grandes elites económicas simpatizan con estas ideas, ya que les prometen la conservación y ampliación de sus capitales. Lo importante es que todos seamos conscientes que lo que está ocurriendo no es coincidencia, el fascismo está trepando al poder y en palabras de Pedro Sánchez, actual presidente de España: “puede volver a ocurrir”.

Nuestro trabajo es evitar que suceda nuevamente, sacarlos del poder costó más de 70 millones de vidas humanas durante la Segunda Guerra Mundial. En Alemania hay elecciones en febrero y el partido de ultraderecha AFD, en alemán Alternative für Deutschland, traducido al español: Alternativa para Alemania, los herederos del Tercer Reich, están punteando en las encuestas para tomarse el poder.

Esto llevó a miles de alemanes a protestar en las calles en contra del fascismo en el mundo, pero sobre todo en su país. No quieren ser la generación que, nuevamente, ignore lo que está pasando y permita los abusos, sino ser la generación que logró detener al fascismo. Pero primero tenemos que ser conscientes de que el fascismo no está muerto.

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